domingo, 15 de junio de 2008

Rescatados los restos del héroe de la Junta

Después de cincuenta minutos de operaciones, finalmente el avezado funcionario de Patagonia Airlines, Nelson Bahamondes, fue rescatado desde su improvisada tumba. Será velado en el Club de la República

Tras una semana de espera, finalmente fueron rescatados los restos mortales del malogrado piloto de Patagonia Airlines, Nelson Bahamondes. El hombre de 60 años, quien llevaba 40 de servicio y contaba 16 mil horas de vuelo, permaneció en el lugar de la tragedia desde su deceso, producto de las malas condiciones climáticas que impedían retirar el cuerpo.

Bahamondes fue el héroe del accidente ocurrido en una zona boscosa al norte de La Junta, XI Región. Sus hábiles maniobras permitieron amortiguar el impacto de la avioneta que guiaba, logrando salvar con vida a sus nueve tripulantes. Antes de morir - preocupado por la suerte que éstos corrieran -, les brindó oportunos consejos que facilitaron su subsistencia.

Hans Kussman, propietario a la aerolínea sureña, valoró la acción de Bahamondes, a quien calificó como “un gran profesional, de admirable destreza”. Agregó que como empresa han estado preocupados por el hecho “desde el primer minuto, apoyando en lo posible en las labores de búsqueda. Y ahora estaremos al lado de los heridos, preocupados de su recuperación. No los dejaremos solos”.

El avión de la FACH que transportaba los restos de Bahamondes, aterrizó a las 12:17 del sábado en El Tepual, Puerto Montt. Allí, el héroe de la Junta fue recibido por familiares, amigos y compañeros de trabajo. Será despedido en dependencias del Club La República, en la capital de la Región de los Lagos.

48 horas de agonía

La mañana del sábado 7 de junio fue tranquila para Nelson Bahamondes, el piloto estrella de Patagonia Airlines. Tanta era su pericia, que su rostro figuraba en el afiche promocional de la mentada empresa. Para él, lo más peligroso de volar, según comentaba a sus cercanos, era “el trayecto en taxi hacia el aeropuerto”. Su serenidad al comenzar dicha jornada era tal, que incluso tenía prevista una reunión con sus hijos un par de horas más tarde. “Nos vemos más tarde”, fue la despedida que dio al mayor de sus vástagos al salir de casa.

Aquel sábado a las 13:17, Bahamondes emprendía el vuelo, transportando a nueve pasajeros en la avioneta Cessna Grand Caravan 208, que usualmente utilizaba. Todos habían viajado junto a ‘don Nelson’, conocían su experiencia y por tanto, estaban tranquilos y confiados.

No obstante, las lluvias, granizos y escasa visibilidad jugaron en contra del avezado aviador, que tras intentar esquivar por el este un grueso cúmulo de nubes, se estrelló contra las copas de unos árboles.

Tras la colisión, fue Bahamondes quien resultó más malherido, no obstante, permaneció lúcido y firme. Tenía piernas y costillas rotas, además de un gran tajo en la cabeza que sangraba profusamente. Sin embargo, estaba preocupado por el bienestar de los tripulantes; dio instrucciones precisas para desconectar los estanques de combustible y, alentándolos, los conminó a mantener la calma.

Los pasajeros desconocían que la trayectoria de Bahamondes le había instruido sobre qué hacer en situaciones extremas. A principios de la década del ’70, debió amarizar de emergencia en Chaitén, en el sector de Pumalín. Gracias a él salvó con vida el comandante de la nave, puesto que el entonces copiloto lo llevó entre sus brazos hasta la orilla.

Treinta años más tarde, nuevamente procuraba rescatar a quienes se encontraban a su cargo: les recomendó hacer fuego, puesto que así se harían más visibles. Les ayudó a no perder las esperanzas. Todos compartieron, como único alimento, unas cucharadas de leche en polvo y un paquete de galletas Tuareg.

Con el correr de las horas, el estado de Bahamondes comenzó a decaer. Respondía a las preguntas con monosílabos y comentaba que “hace mucho frío”. Consciente de que el fin estaba cerca, solicitó a los compañeros de su última aventura que cerraran sus labios si llegase a fallecer, lo que sucedió en cosa de minutos.

Tras el deceso del piloto, la desazón se apoderó de los tripulantes, quienes lo bajaron de la nave, lo taparon y rezaron por él. El mensaje del fallecido había calado hondo en ellos, especialmente en Sonia Cárdenas – dueña de un restaurante en Palena – quien asumió el rol que éste había desempeñado, animando a los sobrevivientes y organizando las estrategias para ser encontrados.

El después

“De aquí en más, celebraré dos cumpleaños: el día que nací y el que fui rescatado. Este es mi renacimiento”, comentó emocionado Omar Villegas, uno de los sobrevivientes, a la prensa y familiares que esperaban ansiosos su relato.

El optimismo y gratitud del funcionario de Telefónica del Sur, a juicio de Osvaldo Gasc - director del Hospital de Puerto Montt -, no necesariamente es compartido por todos quienes vivieron esa experiencia. El facultativo señala que “los pacientes tienen un trastorno de ansiedad generalizado – propio de este tipo de eventos biográficos -, que evolucionan en la mayoría de los casos hacia algunos cuadros depresivos en un plazo de una a dos semanas.

Según especialistas, este tipo de situaciones provocan angustia, que de durar más de tres o cuatro semanas podría dar paso a un estrés post – traumático, que predispone a cuadros ansiosos y al consumo de sustancias.

De los nueve sobrevivientes del Cessna 208, seis continúan hospitalizados y uno ya sufre los efectos de una depresión: solicitó estar solo en su pieza de la Clínica Puerto Montt. La mayoría también ha expresado su temor de volver a abordar un avión en el corto plazo. Tampoco desean volver a la zona en que ocurrió el accidente.

La clave para evitar el desarrollo de un trauma de mayor complejidad, es el trabajo con psicólogos que les ayudarán a asumir la experiencia como algo positivo.

Remembranzas de los Andes

Poco antes del accidente que le costó la vida, Nelson Bahamondes había participado en la conferencia “Actitud, actitud, actitud”, dictada por Carlos Páez, sobreviviente de la tragedia aérea que en 1972 afectó a un grupo de rugbistas uruguayos. Este suceso, por sus dramáticos ribetes, conmocionó a todo el mundo y desató un encendido debate respecto a cuánto es válido hacer para asegurar la supervivencia.

Los deportistas extranjeros permanecieron 72 días en la Cordillera de los Andes – donde cayó el avión que los transportaba -, luchando por mantenerse con vida. Quince sobrevivientes fue el saldo de esta tragedia, que impactó dado que éstos debieron consumir los restos de sus seres queridos para así no morir de inanición. Gracias a esta acción tuvieron fuerzas para resistir el frío y caminar en busca de ayuda. Su experiencia ha sido recreada en la película “¡Viven!”

Consultado respecto de cómo los pasajeros del Cessna 208 debieran enfrentar lo que viene, Páez señaló que “hay que tratar de sacar lo positivo en cada una de nuestras historias. Una actitud proactiva es la que te saca de todas las situaciones. El salir a pelear por nuestro propio destino. Ellos, al luchar por su subsistencia, demostraron tenerla. Son vivencias que se guardan, pero se superan. Ahora, con las conferencias que dicto, cuando me preguntan dónde vivo, debo decir que en American Airlines”.

El uruguayo enfatizó que “mira, al final del día, pese a que fue una tragedia, es una historia linda. Hay que quedarse con la generosidad de Nelson Bahamondes, que sirvió para que se salvaran nueve personas. Eso es bonito”, sentenció.

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